Vuelvo a casa ya de noche y miro a los lados de la carretera, a esas metálicas estructuras que alumbran mi camino. Casualmente, pienso en la electricidad que consumen, en cómo las fabrican, en quién las pone ahí, quién las repara y cómo...
Mi mente divaga mientras pasan silenciosas. Sonrío recordando buenas bromas como un tonto, como si estuviese solo en el autobús. Pienso en mil cosas a la vez mientras una idea aflora, algún buen argumento para mis muchos escritos, reflexiones filosóficas sobre el sentido de la vida, el universo en general y el hombre en particular. Las ideas campan a sus anchas, alguna se queda y fragua una buena historia, mientras que el resto huyen muy a mi pesar, dejándome con un sabor agrio en la boca imaginaria de mi cerebro.
Mi mente no para ni un solo segundo de pensar, de barajar, recordar, imaginar. Rehago una y otra vez conceptos matemáticos, imagino cosas nuevas a partir de mi limitado conocimiento científico y social. Sé que muchas de mis ideas están descartadas, pero me gusta ser capaz de llegar a razonamientos por mí mismo. Después, cuando busco información en Internet sobre mis teorías descubro que ya ha habido más gente que ha llegado a ellas. La mezcla de la alegría con la decepción es un cóctel que deja huella.
Por un lado me alegro al saber que he sido capaz de llegar a ciertas conclusiones sin más ayuda que mis pensamientos, como por ejemplo me pasó con el Principio de Autoconsistencia de Novikov. Le di mil y un vuelta a la paradoja del abuelo, algo ya explicado anteriormente en este blog. Una vez finiquitado el pensamiento, supe que era imposible cambiar la línea temporal de un solo universo, por muchos esfuerzos que se hiciesen. Me alegré de sobremanera al descubrir que mis pensamientos eran correctos, y que, en efecto, había llegado a buen puerto.
Pero por otro lado algo se decepciona dentro de mí. No he sido el único que lo ha pensado. No he sido el primero en hacer tan maravilloso descubrimiento.
Porque hay un gran placer en descubrir pensamientos filosóficos, crear paradojas y resolverlas, plantear situaciones hipotéticas dentro de uno mismo y acabar venciendo la adversidad sin más ayuda que la reflexión y las consultas con la almohada.
Es divertido ver construirse un nuevo pensamiento, una idea que resuelva problemas que muchos buscarían en la Biblia o en Darwin. Es magnífico ver paralelismos en cosas tan distintas como la astrobiología y la economía, ver que los mismos principios rigen diferentes universos.
Todo es placer y emoción, tanto buena como mala, cuando uno afianza sus propias ideas por uno mismo. Llego a pensar incluso que la genialidad no es tener un cerebro sin igual o un talento innato, sino ser capaz de capturar todas esas ideas que vuelan dentro de la cabeza, como pájaros que han quedado atrapados en una habitación de la que no saben salir. Los genios son esas personas que caben capturar todos y cada uno de sus "n" pájaros, darles un nombre y enseñárselos al mundo. El resto solo tendremos ruido y quizá, con suerte, logremos capturar uno o dos de esos pájaros de los infinitos que tenemos.
Y sin embargo, no puedo dejar de pensar en el resto de la gente. ¿En qué piensa el resto de los seres humanos cuando viaja en autobús? ¿Piensan en sus familias, la música que escuchan, el libro que leen, ven el paisaje pasar?
Una vez vi una viñeta muy divertida. Se trataba de gente anónima sentada en el metro, y un bocadillo de pensamientos que salía de todos ellos a la vez. Todos pensaban lo mismo: "Soy la única persona consciente en este mundo de ovejas". Si todos pensamos lo mismo, ¿no somos ovejas entonces? ¿No se caracterizan a caso por eso mismo? Todos somos ovejas convencidas de que somos los únicos seres humanos lúcidos en un mundo de idiotas. Animales que saben que son animales, pero que no podemos hacer nada al respecto.
Y mientras las farolas pasan y todo esto da vueltas en mi cabeza, escapándose a las garras de mi pensamiento, revoloteando sarcásticamente para hacerme burla mientras concilio el sueño y soy demasiado perezoso para levantarme y escribir mis sueños en un simple bloc, pienso: ¿con qué sueñan las farolas?
viernes, 25 de junio de 2010
martes, 1 de junio de 2010
How to sell irony
¿Por qué vendo ironía? Porque es algo que no se puede vender, y eso es irónico.
De todos modos, consigo venderla a 10 € el kilo.
De todos modos, consigo venderla a 10 € el kilo.
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