Vendemos ironía.

lunes, 19 de abril de 2010

Genes sociales

Cúmulo de ideas dispersas en un intento de formulación de teoría inacabada sobre el hombre.

La estadística muestra cosas interesantes en cuanto se aplica a la humanidad. La proporción de ricos y pobres es uno de los más interesantes factores de la historia, además de ser el que configura nuestra sociedad y muchas veces nuestra forma de pensar.
Pero a la hora de enlazarlo con la evolución y la selección genética, es mucho más interesante aun. Y si le sumamos la religión, la fiesta no hace más que comenzar.
Empezaré por el principio de un largo pensamiento que lleva dando vueltas en mi cabeza y que se resume en la frase de:

"Tomarás por modelo al dios que rechazaste"


La fe es algo genético. Está inscrita en nuestros genes del mismo modo que el intento de raciocinio y las emociones. La fe es un instrumento evolutivo, una característica que nos separa como especie y nos hace más únicos si cabe.
Sirve principalmente para que no nos rajemos por la calle, pues una sociedad nace en la familia (la sangre), y mientras nuestra genética nos dice que no debemos matar a nuestros cosanguíneos por aquello de la conservación de la especie (principal orden programada en todo ADN de todo organismo considerado vivo), la fe impide que matemos a todos los que no comparten nuestra línea de sangre. Esto es que no debemos matar al prójimo.

¿Por qué? La fe une comunidades, une pueblos y les hace colaborar juntos, aunque sus miembros no procedan de una única estirpe ni de lejos. Como el hombre es un animal social, se general valores y una cultura común, y pronto surgen las religiones. Esto es la fe, creer en todo eso, englobado por las religiones modernas como lazo de unión de grandes sociedades, reforzando la idea de genética compartida.

La fe opera a diversos niveles, desde una escala familiar a algo supranacional. La religión es la fe adoctrinada, de cómo debería ser la creencia, y por ello pierde su estado de fe, porque ya no es personal. Son cosas distintas, no lo olvidemos.

Y bien, una vez definido el propósito de la fe, pasemos a otro punto: la selección genética. Siempre hay personas que destacan por encima del resto, independientemente de su ascendencia. Han cambiado el mundo para bien o para mal, pero lo han cambiado con sus aportaciones.
Dentro de la sociedad pasa exactamente lo mismo que en la genética: hay quien destaca. Es algo conocido como mutación.

Si en un rebaño de ovejas blancas un día surge una oveja negra, es una mutación. Si esa oveja negra no muere y logra reproducirse, al cabo de muchas generaciones puede que el rebaño se torne de color negro. Eso es la evolución. Mutaciones que triunfan y genética continuada a lo largo del tiempo.

En términos sociales el mutante no es el que nace con la piel de color verde. Es el que rompe el orden establecido. Su triunfo no reside en tener descendencia, sino en tener seguidores, y al cabo del tiempo una sociedad distinta. El rebaño estaba compuesto por ovejas blancas y luego por ovejas negras porque apareció una oveja negra mutada, pero era un rebaño de ovejas.
Una sociedad podía estar compuesta por capitalistas y luego por comunistas, pero seguía siendo una sociedad compuesta por personas porque apareció un revolucionario. Eso es lo mejor de la sociedad humana: no hay que esperar miles de años para cambiar el pensamiento: con cientos de años, decenas o unidades basta.

Y entonces debemos unir la fe, la sociedad y las mutaciones sociales. Todos creen en un dios todopoderoso y siguen las órdenes de quienes dicen tener su palabra. Siguen las reglas y se comportan del mismo modo. Es la conocida masa.
Pero aparece alguien, una oveja negra, que desafía la religión establecida y tiene fe en que sus pensamientos son los correctos, y poco a poco, lucha y logra transmitir sus ideales. Es entonces cuando el rebaño comienza a tornarse negro, valga la analogía. La mutación ha tenido éxito.

La religión parece negar a la ciencia, parece fanática ante descubrimientos e intolerante con los no creyentes. Es normal, pues es una lucha de un orden establecido y es como un ser vivo que se niega a morir. Pero por el otro lado está el ateo, el mutado que decide cambiarlo todo con sus acciones. Él también lucha por no morir, y siguiendo la programación original de todo ADN, hace todo lo que está en su mano por sobrevivir y tener una "prole" social.

Es por ello por lo que quienes rechazan la religión, encabezada por dios, son quienes obtienen logros científicos y sociales. Se rechazaron las ideas del geocentrismo y se descubrió un universo inabarcable lleno de posibilidades. Se abolieron las costumbres machistas y se posee una sociedad igualitaria, más justa que en el pasado. Las leyes ya no son divinas, sino sociológicas. El hombre hace las leyes, no alguien externo. Incluso se puede decidir sobre nuestra genética, se han salvado vidas gracias a la medicina, se han evitado desgracias demográficas gracias al control de la población. Hay más libertad que en el pasado, aunque ésta nunca sea completa.

El mutante social ha triunfado en occidente y busca expandirse por el mundo, porque sus "genes" son fuertes. Es la evolución de la sociedad. No hay que buscar preservar otras formas de vida, porque eso es un movimiento reaccionario, como fue la Inquisición ante las nuevas ideas del protestantismo o el humanismo. Está claro que buscan mantenerse en el tiempo, y es lógico, no se espera un suicidio de las sociedades no occidentales, pero tampoco hay que frenar el desarrollo de la globalización.

Incluso en un mundo bajo la misma cultura y con los mismos valores existe el riesgo de mutación. Aparecerán personas que cambien la mentalidad y la sociedad del consumo actual cambiará, se transformará en algo distinto, nadie sabe qué. Es como si el rebaño de ovejas, tras volverse negras con el tiempo, sufriesen una mutación y se transformasen en un rebaño de ovejas verdes. La analogía es clara.

Y no trato de defender la globalización, pero tampoco simpatizo con otras formas de vida diferentes. Hay que dejar que la historia siga su curso, pues ésta decidirá el color de nuestras ideas. Pasó lo mismo con los romanos, los egipcios, los griegos y todas y cada una de las culturas humanas que existieron sobre este planeta. Pasará lo mismo a lo largo de los siglos por todo el universo.
Las sociedades son como especies que se extinguen unas a otras, fortaleciendo su genética. Se comportan como los animales, pues las sociedades están compuestas de animales que saben que son animales.

Mientras el hombre sea hombre, habrá historia, y mientras haya historia, habrá evolución, tanto social como natural. Y no hay nada más natural que una sociedad.



Muy posible continuación del desarrollo de esta idea en un futuro no muy lejano.

1 comentario:

  1. Por desgracia la humanidad parece ser muy corta de vista y no ha desarrollado otro método para la evolución social que recurrir a uno de los hechos más básicos inculcados en nuestros genes, los enfrentamientos.

    Es cierto que se crean leyes más igualitarias, que la sociedad es más culta y fuerte, pero no hemos inventado un método propiamente humano para seguir mejorando, sino que hacemos uso de lo más negativo en nosotros para dar a luz lo positivo.

    Que cutre, según este punto de vista claro.

    ¡Por cierto! No te desvies del tema central, que cerca del final te has puesto a hablar de tu opinión acerca del capitalismo y eso no pinta nada ^^.

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