En un teatro la luz de los focos está dirigida hacia los actores, que representan un papel ante un público que los mira desde la oscuridad, les aplaude o les abuchea según sus actuaciones. Los actores viven por y para el público. Sus caras son conocidas y una sala llena de almas anónimas les juzga con mayor o menor justicia, esperando un espectáculo a cambio del dinero de la entrada.
Así debería de ser la política.
sin embargo, todo parece al revés. Los asistentes pagan por ver un espectáculo, pero los focos les iluminan a ellos y sobre el escenario nadie puede discernir la cara de los actores. Peor todavía, nadie se atreve a aplaudir o a abuchear, puesto que los actores ven sus rostros. Nadie nunca expresará su agrado o desagrado, al igual que tampoco podrá parar la actuación en caso de que algo se desmadre, puesto que los actores le conocen y él a ellos no.
Así es la política actual.
lunes, 22 de agosto de 2011
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¿Y dónde está la gente ardiendo >.< ?
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