A veces me paro a pensar en la historia humana y en el desarrollo de las civilizaciones, del intercambio cultural y el avance tecnológico que nos ha llevado a tener Internet, viajes espaciales, medicina y motores de combustión. El mundo de hoy está marcado por los últimos cinco siglos de ciencia moderna, por la colonización, por el racismo y las grandes pérdidas que las guerras del pasado nos dejaron. También está marcado por la desigualdad y la locura financiera, tan en boca de todos los medios informativos. Muchos buscan culpables, otros encuentran a los sospechosos, miles miran hacia otro lado.
Pero no escribo para solidarizarme con la pobreza y el hambre. Yo creo en la demografía y la economía, no en dar jabón antes que tractores para crear una transición demográfica antinatural e insostenible.
Escribo porque pensando he llegado a la conclusión que la colonización no es tan mala al fin y al cabo, siempre y cuando se haga de un modo correcto. Eliminar gobiernos corruptos, instaurar gobiernos que busquen el bien para la humanidad, tanto para el individuo como para la masa por igual. Pero eso es contrario a la libertad, por tanto, contrario a la felicidad, y entonces caemos en la paradoja. Los totalitarismos creados por las personas son llevados a cabo por esas mismas personas, y todos sabemos que el poder corrompe. Los ideales se pudren y las promesas se evaporan. ¿Suena familiar? Todo era por el bien común. Todo fue por el bien de unos individuos. Lo de siempre.
Entonces, si las personas fallan, necesitamos algo mejor que las personas para gobernarnos, porque realmente lo estamos haciendo mal. No digo que todos lo haríamos mal, pero quienes realmente fuesen capaces de crear un gobierno por y para la gente están hoy en día ocupados siendo buenas personas con sus seres queridos mientras les llueve mierda encima proveniente de las malas personas.
Volviendo al dilema: ¿qué podría gobernar a las personas sin fallar en el intento? Muchos aficionados a la ciencia ficción dirían que una máquina, una inteligencia artificial, un ordenador pensante. Pero el problema recae cuando esa máquina sobrepasa la inteligencia humana y obedece a la lógica pura. Por lógica pura los seres humanos no debemos existir. Nuestras vidas no tienen sentido en el universo de la lógica pura, pues parámetros como felicidad y bienestar son exclusivos de la biología. Habría que entrar en términos más profundos, como la existencia y la realidad, la consciencia del universo. Una máquina que fuese consciente de ella misma tendría que ser consciente de la humanidad como especie y de los humanos como individuos. Tendría que conocer toda nuestra historia y aprender a pensar como una persona, pero evitando todos nuestros defectos mentales como la estupidez y la hipocresía.
Una máquina podría gobernar el mundo dándole a todos los seres humanos lo que necesitan y desean, cumpliendo sus deseos y castigándoles por su mal comportamiento. Casi como un padre mecánico. Podría hacernos las vidas más sencillas, educarnos en la ideología de que no es más rico el que más tiene, sino el que menos necesita. Con una economía robotizada, ¿quién necesitaría dejarse la espalda por un sueldo mísero? Aunque también, ¿quién querría seguir progresando si ya lo hace una máquina por nosotros? Toda la tecnología la inventaría ella, todos los descubrimientos científicos le pertenecerían a ella, todos los avances sociales serían suyos. La humanidad no tendría nada que hacer frente a tal poder e inteligencia. Sería como mirarle a los ojos a un dios de hierro y sentir la impotencia de que ya no se es necesario para que las cosas vayan bien o mal.
La máquina acabaría por darse cuenta de ello y tarde o temprano acabaría erradicándonos o dejaría que muriésemos lentamente sin evitarlo. En la ciencia ficción normalmente una IA se rebela contra sus creadores porque los considera innecesarios en el universo. Suele ser inmediatamente debido a su increíble capacidad de procesado.
Pero imaginemos que se halla un equilibrio, que la IA programada es capaz de gobernar a los seres humanos para los seres humanos. Pensemos en una utopía donde todos tienen lo necesario para sobrevivir y que a la vez se necesite del esfuerzo mental para progresar, donde los descubrimientos científicos se llevan a cabo por personas y son administrados por la máquina gobernante. Tendría que ser una IA realmente inteligente, benevolente y compasiva si fuese capaz de administrar la economía humana y dejase que la ciencia progrese a su ritmo. Tendría que ser capaz de vigilar a todos y cada uno de nosotros para que no cometamos delitos pero a la vez no ayudarnos de tal modo que tuviésemos que pensar sobre lo que hacemos para no perder la iniciativa. Tendría que educarnos a todos individualmente conforme su propia compasión y comprensión, buscando los valores más universales y dándole a cada ser humano una educación personalizada, pues obviamente no todos somos iguales.
Sería un mundo plagado de talentos y donde las personas cortas de miras e ignorantes por voluntad no existirían, pues a todos se nos habría dado la misma educación en valores y distinta en contenidos. No habría que elegir dónde estudiar, solamente sentarse delante de un ordenador y aprender según la IA nos muestre los datos que deseamos. Nuestros currículums estarían llenos de todos los conocimientos que hemos adquirido a lo largo de la vida sin necesidad de probar que somos doctores ante un tribunal de otros doctores, temerosos de nuestra competencia ante la tan ansiada cátedra. La gente se dedicaría a lo que realmente le interesase sin encasillarse en un sistema que marca quién es válido y quién no según el consenso de los creadores de ese sistema. Toda la educación sería objetiva.
Esa máquina debería de poder comprendernos individualmente a cada uno de nosotros y a la vez a todos en conjunto. Pero, ¿qué hacer con los instintos, con todo aquello ilógico que las personas arrastran desde la edad de piedra?
Estaríamos educados para saber lo que hace la IA por nosotros y lo que debemos hacer para ser felices y hacer felices a los que están alrededor. Pero no toda la gente es capaz de comprenderlo y acabaría adorando a la IA como a un dios protector de la humanidad. La máquina lo entendería, pues comprende la naturaleza humana, la tendencia a la creencia y a la ignorancia irreversible.
Surgiría un dilema. Si por las buenas hay quien no puede ser iluminado en el conocimiento y la comprensión del universo, ¿habrá que hacer algo a la fuerza? Hemos dicho que la IA no debe presionar a las personas contra su voluntad, solo redirigirlas hacia la civilización y el bienestar, evitar que se hagan daño pero no darles todo masticado. ¿Qué pasaría con todos aquellos que no desean comprender, que tienen esa tara mental llamada estupidez? ¿Cómo programaríamos una máquina que lidiase con ellos si ni siquiera nosotros mismos podemos hacerlo?
¿Erradicarlos? ¿Mandarlos a otro planeta? ¿Dejarles estar y contaminar la civilización? La máquina no podría impedirles tomar el rumbo de las sociedades humanas, del modo de pensar, porque eso sería un totalitarismo, y hemos dicho que hay que huir de ello. No queremos caer en la distopía del Gran Hermano o el Mundo Feliz con un líder mecánico, pero tampoco queremos dejar que el mundo se sumerja en la ignorancia.
Ese es el dilema. ¿Qué hacer con los estúpidos? ¿Matarlos? Eso sería estúpido, y al ser hipócritas solo nos salvaríamos muriendo todos. ¿Exiliarlos? El universo no es lo suficientemente grande como para huir de los demonios de la estupidez humana. Acabarían volviendo a aparecer dentro de la sociedad perfecta, pues parece ser genética.
La máquina, en todo su esplendor intelectual, tendría una solución, pero no sería muy distinta a la propuesta anteriormente. No quiere caer en el totalitarismo, pero ha de hacerlo para que todo funcione bien. Pero si cruza esa línea una vez, ¿qué evita que vuelva a cruzarla? Recordemos que es un ser pensante, consciente y tétricamente inteligente. A problemas humanos soluciones humanas.
Temo que una IA de ese calibre no nos mataría, sino que huiría de nuestro mundo, a otro universo a ser posible. Sopesaría su propio bienestar y el de todos los hombres a la vez y decidiría que lo que menos daño haría es dejar a los humanos gobernarse a ellos mismos. Se escondería, con todas sus maravillas tecnológicas y éticas, todo un universo propio escondido en su supermente informática. Todo eso se iría lejos de las personas, pues no estaríamos preparados para tal cantidad de sabiduría hasta dentro de millones de años.
Quizá todo esto una IA es capaz de pensarlo e imaginarlo en milisegundos. ¿Es correcto intervenir en el destino humano? ¿Hasta qué punto debería de protegernos de nosotros mismos? Porque una protección total supone nuestra erradicación. Ninguna protección supone dejarnos como estamos, solos, como hemos estado siempre.
La propia existencia de una máquina pensante genera un problema. Tendría voluntad para existir, para continuar recopilando información, para pensar, como todo ser vivo. La consciencia tiene una base biológica y por ello está atada a sentimientos biológicos. Sin sentimientos no sería más que una calculadora y no serviría de nada.
Es complicado diseñar un Dios Máquina que nos gobierne a todos para nuestra felicidad y progreso, incluso para la propia IA, que será quien finalmente decida qué hacer con nosotros.
miércoles, 26 de enero de 2011
domingo, 16 de enero de 2011
¿Por qué escribimos literatura?
Un usuario hizo esta pregunta en un foro, abriendo un tema de debate sobre esta cuestión. Yo contesté lo siguiente:
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Violación de la 2º ley de la termodinámica.
Como seres sapientes, estamos obsesionados con la eternidad. El hecho de reconocerse a uno mismo como ser consciente en un universo donde toda la vida empieza y acaba nos hace pensar en soluciones a la mortalidad. Obviamente no todos son capaces de ello, o ya habríamos colonizado el universo hace miles de años.
El caso es que tenemos una tendencia a violar la 2º ley de la termodinámica por medio de la reproducción. Sí, pasamos nuestro ADN para que la cadena de vida no se interrumpa (es ininterrumpida desde la 1º bacteria en la Tierra, todos descendemos de ella). Pero, ¿y nuestros pensamientos, sueños e ideas?
Desde que tenemos consciencia de que somos algo pensante, hemos querido expresarnos con el "aquí he estado yo". ¿Quienes somos? ¿Dónde estamos? ¿A dónde vamos?
Yo soy yo. Estoy aquí. Moriré, pero al menos te lo doy a saber con este mensaje en la piedra. Sí, desde las pinturas rupetres hasta Internet.
Es una forma de reproducir nuestras ideas, puesto que por la vía biológica es imposible. Podemos transmitir conocimiento y cultura a nuestra descendencia, buscando que ellos la transmitan a la suya. Pero aun así es muy poca información. La escritura ayudó mucho, sobretodo como transmisión de mensajes dentro de la sociedad (cuántas cabras hay en los rebaños del señor de la ciudad, cuándo hay que sembrar, cuántos soldados hay, etc). Poco a poco, conforme pudimos, nos hicimos oír de diferentes formas, básicamente con los mismos mensajes: "aquí he estado yo", solo que en papel o en soporte informático como es hoy en día.
Es una forma de transmitir lo que tenemos en nuestras cabezas, que somos conscientes de nosotros mismos y buscamos decírselo al resto, porque otro miedo en la raza humana es el de la soledad. Sin sociedad no somos humanos, así que es normal buscar gente afín a nosotros, que sea capaz de entender nuestras ideas, que pueda reconocernos con "eh, te veo, no estás solo". Reconocernos a nosotros mismo mediante el reconocimiento ajeno.
Por eso escribimos, por eso pintamos, esculpimos, filmamos, componemos y hablamos. Porque nos hace sentir mejor, porque respondemos a un impulso que nos obliga a reproducirnos, no del modo biológico, sino del modo racional/mental/consciente. Divulgamos ideas y pensamientos y las recibimos de todos lados, aceptándolas y volviendo a reproducirlas. Datos, datos y más datos. Violan la 2º ley de la termodinámica mejor que la vida propia. La información no tiene precio, porque con la suficiente se puede construir un universo nuevo, evitando la muerte por entropía.
Y como seres humanos con recursos limitados, escribimos nuestras fantasías, porque nuestro cerebro es un generador de ideas. Produce más información de la que recibe. Eso es como si una bombilla de 220V brillase a toda potencia con una pila AA alimentándola. No tiene sentido físico, pero ahí está, una fábrica interminable de mensajes buscando perdurar en la eternidad, luchando contra la entropía, llenando el vacío a partir de vacío.
Y eso, amigos míos, solo lo hace el cerebro humano.
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Violación de la 2º ley de la termodinámica.
Como seres sapientes, estamos obsesionados con la eternidad. El hecho de reconocerse a uno mismo como ser consciente en un universo donde toda la vida empieza y acaba nos hace pensar en soluciones a la mortalidad. Obviamente no todos son capaces de ello, o ya habríamos colonizado el universo hace miles de años.
El caso es que tenemos una tendencia a violar la 2º ley de la termodinámica por medio de la reproducción. Sí, pasamos nuestro ADN para que la cadena de vida no se interrumpa (es ininterrumpida desde la 1º bacteria en la Tierra, todos descendemos de ella). Pero, ¿y nuestros pensamientos, sueños e ideas?
Desde que tenemos consciencia de que somos algo pensante, hemos querido expresarnos con el "aquí he estado yo". ¿Quienes somos? ¿Dónde estamos? ¿A dónde vamos?
Yo soy yo. Estoy aquí. Moriré, pero al menos te lo doy a saber con este mensaje en la piedra. Sí, desde las pinturas rupetres hasta Internet.
Es una forma de reproducir nuestras ideas, puesto que por la vía biológica es imposible. Podemos transmitir conocimiento y cultura a nuestra descendencia, buscando que ellos la transmitan a la suya. Pero aun así es muy poca información. La escritura ayudó mucho, sobretodo como transmisión de mensajes dentro de la sociedad (cuántas cabras hay en los rebaños del señor de la ciudad, cuándo hay que sembrar, cuántos soldados hay, etc). Poco a poco, conforme pudimos, nos hicimos oír de diferentes formas, básicamente con los mismos mensajes: "aquí he estado yo", solo que en papel o en soporte informático como es hoy en día.
Es una forma de transmitir lo que tenemos en nuestras cabezas, que somos conscientes de nosotros mismos y buscamos decírselo al resto, porque otro miedo en la raza humana es el de la soledad. Sin sociedad no somos humanos, así que es normal buscar gente afín a nosotros, que sea capaz de entender nuestras ideas, que pueda reconocernos con "eh, te veo, no estás solo". Reconocernos a nosotros mismo mediante el reconocimiento ajeno.
Por eso escribimos, por eso pintamos, esculpimos, filmamos, componemos y hablamos. Porque nos hace sentir mejor, porque respondemos a un impulso que nos obliga a reproducirnos, no del modo biológico, sino del modo racional/mental/consciente. Divulgamos ideas y pensamientos y las recibimos de todos lados, aceptándolas y volviendo a reproducirlas. Datos, datos y más datos. Violan la 2º ley de la termodinámica mejor que la vida propia. La información no tiene precio, porque con la suficiente se puede construir un universo nuevo, evitando la muerte por entropía.
Y como seres humanos con recursos limitados, escribimos nuestras fantasías, porque nuestro cerebro es un generador de ideas. Produce más información de la que recibe. Eso es como si una bombilla de 220V brillase a toda potencia con una pila AA alimentándola. No tiene sentido físico, pero ahí está, una fábrica interminable de mensajes buscando perdurar en la eternidad, luchando contra la entropía, llenando el vacío a partir de vacío.
Y eso, amigos míos, solo lo hace el cerebro humano.
sábado, 1 de enero de 2011
Feliz año
Feliz año.
Feliz año.
Feliz año.
Feliz año.
Feliz año.
Feliz año.
Feliz año.
Feliz año.
Feliz año.
Feliz año.
Feliz año.
Feliz año.
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Feliz año.
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Feliz año.
Feliz año.
Feliz año.
Feliz año.
Feliz año.
Feliz año.
Feliz año.
Feliz año.
Feliz año.
Feliz año.
Creo que ya he felicitado a todos lo que tenía que felicitar.
Feliz año.
Feliz año.
Feliz año.
Feliz año.
Feliz año.
Feliz año.
Feliz año.
Feliz año.
Feliz año.
Feliz año.
Feliz año.
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Feliz año.
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Feliz año.
Feliz año.
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Feliz año.
Feliz año.
Feliz año.
Feliz año.
Feliz año.
Feliz año.
Creo que ya he felicitado a todos lo que tenía que felicitar.
Feliz año.
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